19 agosto 2017

Ley 27.328 sobre Participación Público – Privada; clave para nuestro rápido desarrollo (parte 1 de 4)

Breve descripción sobre algunos aspectos deficitarios o conflictivos – Oportunidades

Nuestro país padece atrasos en materia normativa, se encuentra en una transición jurídica y casi en simultáneo enfrenta el vencimiento de importantes contratos de concesión.

Respecto del atraso normativo, merece citarse a la Ley 24.441 de Fideicomisos, hoy incorporada al Código Civil y Comercial. Leyes similares existían en otros países latinoamericanos desde varias décadas previas a 1994, cuando sancionamos la nuestra. Un caso similar se da en el tema que nos ocupa, el de la Participación Público – Privada o Public Private Partnership (PPP por sus siglas en ambos idiomas), a veces referido en español como Asociación Público Privada (APP).

No contamos con una Ley Nacional de Logística. Tampoco con una Ley Nacional de Ordenamiento Territorial. Son déficits que seguramente iremos cubriendo, aunque probablemente no en el corto plazo.

Desde 1989 Colombia destinó fondos de su presupuesto para planear el ordenamiento de su territorio. Cuenta con una Ley de Ordenamiento Territorial desde 1996 y con un Plan Nacional de Logística desde 2008. Actualmente Colombia tiene un PBI similar al nuestro; era la mitad hace 3 décadas.

Nuestro nuevo Código Civil y Comercial aún no ha generado suficiente jurisprudencia, como es lógico. Nuestro marco normativo de telecomunicaciones está en una clara transición, en la que algunos decretos han derogado leyes. El financiamiento con tasa variable, en UVAs, está sólo basado en una resolución del BCRA y luego en un DNU no ratificado en Diputados dentro del plazo exigido. Son ejemplos de nuestra transición hacia un marco normativo nuevo, que está apenas desarrollándose.

Lo mismo puede pensarse respecto de la Ley de Emprendedores y de Crowdfunding, la de Pymes y las ideas para corregir errores y modernizar la Ley del Mercado de Capitales sancionada en 2012. Son leyes que aún no están reglamentadas completamente en algunos casos, son sólo proyectos en otros.

En el año 2021 vencerá la concesión de la hidrovía del Paraná, desde Confluencia hasta el Océano, a cargo de Hidrovía SA.

Si bien el Estado puede ejercer una opción contractual y prorrogar el vencimiento por 10 años adicionales, en 2021 a 2023 vencerán las concesiones de los ferrocarriles Mitre, Sarmiento y Roca, actualmente operados por NCA, Ferroexpreso Pampeano y Ferrosur Roca más o menos respectivamente (no es lineal, FEPSA opera partes del Roca por ejemplo).

Dos breves digresiones: es factible que se consagre un esquema “open access”, con lo que tal vez los productores podríamos tener nuestro propio tren. Se prevén cambios normativos importantes en todo lo relacionado con la industria naval y el cabotaje; podríamos y deberíamos ir pensando también en operar nuestras propias flotas de barcazas.

Anualmente hemos estado invirtiendo en infraestructura un monto equivalente 1,5 % de nuestro PBI. Es apenas un tercio del monto mínimo deseable. Tampoco hemos tenido una buena asignación de prioridades ni calidad en muchos casos.

Cerrar rápido nuestra brecha en infraestructura respecto de los países más avanzados requiere destinar anualmente un monto cercano a 4 puntos del Producto, o más; y hacerlo al menos a lo largo de 2 décadas, ininterrumpidamente y con mucha calidad. Posiblemente un tercio de esa cifra deba ser aportado y/o gestionado por privados, y es ahí donde la Ley de PPP se volverá cada vez más importante.

Según el Banco Mundial, nuestro costo logístico anual es aproximadamente equivalente a 27 % del PBI, unos US$ 130.000 millones (M), dedicados a movilizar y almacenar unas 700 M de Tn, de las que una cuarta parte del volumen está ligada al agro. Obviamente, nuestro valor promedio relativo es bajo y nuestro costo logístico es mucho menor que la cuarta parte de US$ 130.000 M. En nuestro país el consumo interno promedio es de unos US$ 400.000 M anuales, unos US$ 2.200 por mes y por grupo familiar. Es evidente que ese consumo se ve afectado negativamente por nuestros costos logísticos tan altos.

En tanto, en Chile el costo logístico es 18 puntos de su Producto y el promedio para los países de la OCDE es de 9 puntos. Se trata de datos publicados inicialmente en 2006, que han variado muy poco desde entonces. Incluso nuestros costos logísticos se habrían incrementado un 35 % en moneda constante en la última década, según un informe del CIPPEC. Ambos números son razonablemente consistentes entre sí, dado que el Producto ha aumentado en ese lapso.

Desarrollando un plan adecuado con la participación del Estado y de privados, en pocos años el sector agropecuario como un todo podría ahorrar no menos de US$ 1.000 ó 1.200 M cada año, algo así como un quinto de la renta actual neta de impuestos, luego de detraer la remuneración a toda la tierra, cuyo valor claramente aumentaría, generando un segundo beneficio, de tipo patrimonial.

Deberíamos empezar a vernos como un sector productivo – logístico. El Estado debería verse a sí mismo como un actor logístico, filosofía que ha estado permeando en Brasil en tiempos recientes y que está comenzando a hacer lo propio en nuestro país.

  
Continuará

Ing. Agr. Luis M. Villa
AGRO&FINANZAS
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