ASPECTOS CORRECTOS, ERRORES Y OMISIONES EN LA NOTA DE IVÁN ORDOÑEZ
EN LA REVISTA BRANDO
A continuación, algunos párrafos de la nota con mis
comentarios luego de cada uno, comenzando por el título (las negritas en los
párrafos de Ordoñez tal como están en el original que se puede leer en
Internet). El presente escrito no agota el tema.
Tenemos las máquinas.
IMPRECISO. Nuestras sembradoras de siembra directa son
excelentes, las mejores del mundo. Pero nuestros equipos pulverizadores dejan
muchísimo que desear.
En 2002, el área agrícola
argentina no superaba los veinte millones de hectáreas; hacia 2008, la cifra
alcanzaba los treinta millones: en solo seis años, el área sembrada había
crecido un 30%.
INCORRECTO. También inconsistente, porque debería haber
escrito 50 % y no 30. No aclaró si se refería al área sembrada o al área física.
En cualquier caso, el área de 2002 era mayor y la de 2008, menor. Hubo un
incremento de área sembrada, pero de menor magnitud.
¿Cuáles fueron los aportes
argentinos a la
Segunda Revolución de las Pampas?
INCOMPLETO. INCORRECTO. En un escrito de circulación masiva
debería aclarar que esa expresión es muy poco usada, debería citar en tal caso
quien supuestamente la creó, y debería explicar cual es la primera de esas
supuestas revoluciones (algunos coincidiremos en que esa primera sí
efectivamente existió).
Exceptuando el inicio de las nuevas colonias agrícolas a
partir de 1856, en nuestro país claramente ha habido evoluciones, no
revoluciones. Todo ha sido muy lento, con avances, conflictos y retrocesos.
Contrariamente a lo que se cree en los centros urbanos del país, este
monumental crecimiento del área sembrada se dio en zonas agrícolas
tradicionales como Buenos Aires y Córdoba, con un 75% del incremento, mientras
que todo el norte argentino representó solo un 16%.
CORRECTO (como mensaje). El mensaje es pertinente, si bien
el incremento en la zona núcleo es algo menor, del orden del 55 a 65 %, según como se lo
mida. El avance del área o de la frontera agropecuaria en el norte del país se
dio sobre todo antes del período que analiza la nota.
Ese fabuloso proceso económico que
renovó la estructura productiva de la Argentina fue el resultado de la unión
de tres novedades.
Primero, la siembra directa: una
técnica de siembra de cultivos que, para proteger la materia orgánica del suelo
y elevar su retención de agua, descarta el uso del arado. Dejar los desechos de
la cosecha del cultivo anterior (los rastrojos) mejora la humedad del suelo,
que es muy beneficiosa para el crecimiento de las plantas, mientras que la
generación de capas de materia orgánica hace de campos ganaderos, o de bajo
rendimiento, zonas óptimas para la agricultura. En zonas como el oeste y el sudeste
de la provincia de Buenos Aires, el valor de la hectárea saltó de US$1.000 en 2002 a poco más de US$8.500
en 2013. Segundo, el glifosato, un herbicida que logra dominar múltiples
malezas, producto de los altos niveles de materia orgánica resultantes de la
siembra directa. Tercero, la semilla resistente a dicho herbicida.
CONFUSO. CON OMISIONES. La clave de la SD no está
mencionada. Consiste en mantener los residuos de cosecha en superficie. Que los rastrojos permanezcan no es una descripción
suficiente; con el uso del arado en lugar de la quema o el retiro fuera del
lote, los rastrojos también permanecen (enterrados totalmente).
Los datos sobre la evolución del precio de la tierra están
muy sesgados, intentando mostrar un aumento que no fue tal. Por otro lado, el
incremento en el valor de la tierra depende de varios factores, no sólo de la tecnología. El
clima de negocios, la tasa de interés en los mercados nacionales e
internacionales y la marcha mundial del rubro agropecuario son los factores
clave. Tomando los extremos temporales de la nota, 2002 y 2013 (luego de la ley
de bosques, el conflicto de 2008 por las retenciones móviles y la ley de
tierras), la Argentina es uno de los países en donde se registran menores
incrementos de valor.
La primera referencia al glifosato es agronómicamente
indescifrable, imprecisa totalmente.
Aquí hay una omisión importante. El glifosato es un
herbicida que ha tenido mucho desarrollo a lo largo de toda su vida comercial,
en EE.UU. y aquí. No necesitó de la transgénesis para ser un herbicida fundamental
y muy rentable para su fabricante, e importantísimo para el productor. La transgénesis
potenció su liderazgo. Por otro lado, la formulación sal amina de glifosato al
48 % costaba US$ 30 / lt durante inicios y mitad de los ´70, bajó a US$ 24 / lt
durante el final de esa década y si bien continuó bajando, a US$ 18 / lt
durante los años 1982 a
1984, seguía en ese rango que permitía alta renta para el fabricante y gran
versatilidad de uso para el productor.
En sus inicios, el sistema de
siembra directa encontraba numerosas trabas. La primera era estrictamente
mecánica. Allá por los setenta, los pioneros locales de la siembra directa se
enfrentaban a máquinas sembradoras que no podían darles lo que necesitaban. Las
antiguas sembradoras no servían para trabajar en el ecosistema de la siembra
directa, ya que estaban diseñadas para ser el paso posterior al arado, que
al dar vuelta la tierra, destrozaba el colchón de materia orgánica. Esto hacía
que la sembradora tradicional solo tuviera una función: empujar la semilla
dentro de la tierra.
Además, eran muy livianas y no podían afirmarse y
"sembrar en hilera", un punto clave en la agricultura capitalista
moderna, ya que se trabaja en serie, manejando con estadística el
comportamiento de muchos organismos vivos.
ERRÓNEO. No existe ningún “colchón” de materia orgánica,
que es apenas 1-5% de la fracción sólida del suelo (más de 3,5 % sólo en muy
pocos casos). Lo que hay son rastrojos, que sólo en algunos cultivos tienen buen
volumen y relación C/N apropiada.
A título informativo, conviene decir que sembrar en hilera
artesanalmente es algo que se hace desde las civilizaciones china y babilónica
y mecánicamente, desde el invento de Jethro Tull en el año 1701, previo a la Revolución Industrial.
Además, no hay necesariamente una vinculación lógica entre
sembrar en hileras y practicar una agricultura industrial.
Nuestras sembradoras eran muy livianas, y simplemente no
podían clavarse en planteos de SD.
Hasta la llegada de la agricultura de precisión, no se
utilizaba la estadística en absoluto. Actualmente, los errores en el
procesamiento estadístico de la gran masa de datos son el punto débil de esta
nueva disciplina. Ni antes ni ahora la estadística tuvo un lugar significativo.
Las primeras sembradoras de directa
las desarrollaron productores argentinos, gringos santafesinos que se daban
maña en el taller, modificando maquinaria existente. Entre ellos, se puede
mencionar a Heri Rosso o Ricardo Ayerza, a quienes se sumaron
rápidamente Rogelio Fogante, Víctor Trucco y Jorge Romagnoli, entre
otros veinte productores que años más tarde fundarían Aapresid, la
Asociación de Productores en Siembra Directa, una red que sería clave en la
difusión de tecnología. Dicen que Heri Rosso era el más fierrero, mientras que
Trucco, biólogo, aportaba la mirada científica. El desafío era hacer una
máquina pesada que no se trabara cuando hiciera un tajo en los rastrojos para
insertar la semilla. Era difícil; los primeros inventos no aguantaban ni veinte metros antes de
atorarse con el rastrojo. La clave del éxito, recuerda Agustín Bianchini, un
sojero, fue el diseño de una cuchilla ondulada, que los gringos llaman
"cuchilla raviolera" porque es idéntica a la que usan las abuelas
para preparar la pasta.
INCORRECTO. La mayoría de los citados no son santafesinos.
La cuchilla es un aspecto entre muchos (capacidad de clavado, control de
profundidad, rodamientos, peso, abresurcos, tapasurcos, etc.). Ya había diseños
en EE.UU. para copiar. Había que adaptar, cosa que se hizo, tanto por la gente
nombrada como por otros.
El proceso de desarrollo fue muy
lento debido a que quienes probaban esta tecnología eran considerados unos
excéntricos y sembraban en amplia minoría, casi de manera experimental. En
1978, se dieron dos hechos determinantes: por un lado, el dueño de Agrometal
visitó el Farm Progress Show (la Expoagro de Estados Unidos, que hoy es
pequeña frente a la versión argentina) y se convenció de la necesidad de mirar
diseños de sembradoras norteamericanas para mejorarlas. Por el otro, el INTA
Marcos Juárez, que es el más especializado en maquinaria agrícola, firmó un
convenio con Gherardi y Agrometal (dos fabricantes) para comenzar a desarrollar
las primeras pruebas en los potreros cedidos por el instituto.
Hoy, la economía argentina cuenta
con una centena de compañías dedicadas a hacer sembradoras de directa. Hay
empresas argentinas que lideran el mercado brasileño. Muchas también exportan a
cualquier país del mundo que quiera extender su frontera agrícola. El
periodista Héctor Huergo dice que la verdadera "directa" es la que
hacían los indios, empujando cada semilla con un palito al fondo de la tierra. Quizás en
un futuro se vuelva a las raíces.
MERECE COMENTARIOS. Hacia mediados de los ´70 los intentos
eran conocidos, pocas personas creían que fuera una excentricidad. Sólo
faltaban varios factores clave (maquinaria y manejo adecuados, pero sobre todo
menores precios en los herbicidas). Son interesantes los desarrollos de Bayer o
de algunos de sus distribuidores, para el herbicida Sencorex, por ejemplo en
siembras de soja de segunda.
Junto con los Ing. Agr. Eduardo Cantoia y Hugo Corina, visité al Ing.
Agr. Rogelio Fogante a mediados de 1986. Para ese momento, él usaba arado de
rejas en prácticamente todos los lotes que sembraba. Y Rosso, con quien también
conversamos en esa misma oportunidad, estaba encerrado en un planteo de soja de
primera contínua, que era agronómicamente insostenible en el tiempo.
Vale decir, también eran necesarios muchos ajustes
agronómicos, de manejo. Y esos pioneros todavía carecían de un diseño adecuado hacia
mediados de los ´80.
Tal vez convenga detallar en otro momento la siembra “a
golpe”, practicada por muchos aborígenes. Por ahora, conviene decir que no
hacía surcos sino hoyos, colocando varias semillas en cada uno. Sembrar
mecánicamente a golpe y no a surco es un gran desafío, sin una contraprestación
que aparentemente lo justifique.
El problema de la siembra directa
era que el colchón de materia orgánica generaba muchas malezas. ¿Qué es una
maleza? Es toda planta que un productor no quiere que crezca, porque compite
por recursos (agua, sol y espacio terrestre) y con la que pretende ganar
dinero. El paquete de agroquímicos que lograba dominar esa ebullición de
malezas era demasiado caro y hacía la técnica inviable. El glifosato es un
herbicida no selectivo, es decir, que ataca a múltiples malezas y, por lo
tanto, con una sola aplicación eliminaba las malezas, pero también la soja. Hasta que llegó
la transgénica.
EN BUENA PARTE INEXACTO. POCO CLARO, INDUCE A ERRORES. Como
ya se dijo, el glifosato tuvo mucho desarrollo. Para inicios de los ´90 los
herbicidas ya no eran excesivamente costosos (incluso con Alfonsín tenían una
alícuota de IVA de 5 puntos, menor a la de cualquier otro insumo gravado, y se
utilizaban mucho). La SD y el desarrollo del glifosato fueron siempre juntas.
Debe mencionarse en primer término a la famosa “soguita”,
previa a la masificación de la SD (permitía un interesante control de sorgo de Alepo
de rizoma y en parte de semilla, con sólo 500 cc de glifosato 48 % / ha, si
bien era un control tardío).
El glifosato también se usaba en barbecho químico antes de
la soja de segunda (también estaba aprobado para ser usado como desecante en el
trigo, bajo ciertas restricciones) y en el troceado químico de los rizomas de
sorgo de Alepo en los barbechos previos a soja de primera (esto último, el
troceado químico para activar yemas, más el uso de variedades de ciclo corto,
son 2 grandes aportes agronómicos de Rogelio Fogante).
Antes de la SD, las trifluralinas eran muy utilizadas. Lo
mismo, los postemergentes de contacto selectivos para hoja ancha y los
postemergentes graminicidas sistémicos.
Además, si bien es cierto que la transgénesis demoró no
menos de 5 años en difundirse, como bien dice la nota, falta un dato relevante.
Durante los primeros 5 ó 6 años de adopción de la transgénesis en soja, el área
sembrada prácticamente no varió, pese a 2 campañas sucesivas con mucha lluvia
(sobre todo la del Niño
´97/´98) y buenos precios. La segunda mitad del ´98, con aumentos en los
precios de granos y de hacienda, marcó récords en los precios de la tierra, en
valores que luego no se sostuvieron, con la crisis iniciada en enero del ´99
con la devaluación de la moneda brasileña.
Vale decir, volviendo al punto, el productor promedio
estaba cómodo con el uso del glifosato, no estaba a la espera de un cambio en
ese sentido. Cuando se empezó a hablar de transgénesis, todo era novedad.
En 1993, participé en una charla de profesores
estadounidenses en la
Universidad Austral, con un número importante de los
profesionales y académicos de la zona de Rosario. Para generar un diálogo con
los asistentes, el primer expositor preguntó qué era la ingeniería genética.
Fui la única persona que levantó la mano para contestar. Dije algo más o menos
parecido a que la genética elige dentro de una especie; en cambio la ingeniería
genética traslada genes de un organismo a otro, por lo tanto no elige sino que
fabrica. El disertante se alegró con mi intervención, algunos conocidos que
compartían el auditorio me miraron extrañados por mis conocimientos cuasi
exclusivos y yo a su vez me sorprendí mucho de que nadie más supiera qué decir
al respecto. Luego, el mismo día, en uno de los grupos de trabajo para un
estudio de caso dije que una crítica de grupos ecologistas era que se estaba
buscando resistencia a plaguicidas, en lugar de resistencia a plagas. Allí
alguna gente me miró de nuevo, extrañada por esa “novedad”. Corría el año ’93
como ya dije al comienzo, no había Internet, las comunicaciones eran mucho más
limitadas, pero ya existían artículos y libros que tocaban este tema (aunque
pocos estuvieran enterados).
El desconocimiento de la transgénesis se verifica también
con la jornada de presentación del primer evento, en noviembre del ´96 en
Rosario, en la Sociedad
Rural, a la que asistimos no más de 15 ó 20 personas.
En este punto es donde aparece el
aspecto político de la larga construcción que devino, mediante el esfuerzo y el
ingenio de hombres de negocios y también funcionarios, en la Segunda Revolución
de las Pampas. Un grupo de jóvenes del campo que se fueron enamorando del
peronismo hicieron un aporte crucial en este sentido. Según la leyenda que
suele contar Héctor Huergo, el evento fundacional en este aspecto es la
decisión de Armando Palau, secretario de Agricultura en 1973, de traer en dos
Hércules de la
Fuerza Aérea Argentina cargamentos de semilla desde Estados
Unidos porque, debido a malas campañas, peligraba el fluido abastecimiento de la soja. Ya en los años
ochenta, Antonio Cafiero, el presidente que no fue, pero llegó a gobernador,
tenía como referente en asuntos del campo a Palau, quien a su vez apuntó como
su delfín a un joven ingeniero agrónomo con inclinaciones hacia la política
pública: Felipe Solá.
SESGADO. TAL VEZ MALICIOSO. CLARAMENTE INEXACTO, SOBRE TODO
POR INCOMPLETO. Comentar la historia del cultivo de soja en el país es de
extrema importancia, pero excede totalmente a este escrito. Sí conviene decir
que el cultivo no se desarrollaba no por desconocimiento sino por el carácter
extremadamente cerrado de nuestra economía (elevados aranceles para importar
herbicidas y maquinaria, prohibición de exportar oleaginosas sin procesar) y
por la total desprotección a la propiedad intelectual en materia de genética
vegetal. Tampoco había mercados ni cotizaciones para la soja.
Hubo 2 medidas del gobierno de Illia que mejoraron la situación. Una ley
de estímulo a la compra de semilla original (no resolvía el problema de fondo,
la protección a la propiedad intelectual, pero estimulaba las ventas de los
criaderos semilleros) y la puesta en marcha de precios sostén.
La primera medida fue derogada en el ´76, pero ya estaba
vigente la ley de semillas 20.247 del 30 de marzo del ´73 (promulgada con las
firmas de Lanusse y Ernesto Parellada).
Decir o sugerir que debemos la realidad actual de la soja
al peronismo es un absurdo. En los ´50 Perón tenía toda la información para
impulsar el cultivo; no hizo nada.
Es cierto que el Perón de los ´70 estaba más informado que
casi todos los políticos, periodistas e intelectuales incluso. Esto no
significa que estuviera necesariamente bien informado (estaba muy influido por
el catastrofismo absurdo del Club de Roma). Cuando en 1972 dijo “ecología” en
Buenos Aires, en vivo por TV, varios periodistas luego dijeron algo parecido a
“no sabemos, dijo ecología, tal vez quiso decir economía”. Estábamos tan pero
tan aislados y atrasados que ni siquiera conocíamos el término (1972 fue el año
de la primera gran cumbre mundial sobre el ambiente).
Se trajeron 40 tn de semilla que sirvieron para sembrar
menos de 450 hectáreas.
En qué cambió la evolución del cultivo? En nada. Ya había mucho germoplasma, y
tarde o temprano se iniciarían los ingresos por el canal correspondiente, los
criaderos privados. La decisión de traer la semilla por avión es puramente
administrativa e intrascendente. Se demoró tanto el traslado, que en octubre
del ´73 se decidió hacerlo por avión (previo a eso, el área ya era de 175.000 ha y el
crecimiento posterior se dio sobre todo por la ley de semillas, no por la
importación de semilla).
El evento transgénico que otorga la
resistencia al glifosato aterrizó más tarde en el despacho de Solá, ya
secretario de Agricultura de Menem. El 25 de marzo de 1996, Solá aprobó su
uso comercial mediante la resolución 167, hoy célebre en el sector.
EXAGERADO. Se trata de una decisión administrativa. Rápida,
más o menos oportuna, sí; pero incompleta. La gestión del menemismo no resolvió
ni los problemas de propiedad intelectual de los eventos y sus royalties ni lo
más importante de las regulaciones, los aspectos agronómicos, sobre los que
ahora estamos empezando a pagar costos altísimos (además de la tremenda
descapitalización de US$ 15.000
M en la fertilidad de los suelos, del lucro cesante,
cifra que duplica a la anterior si bien la incluye según como se lo razone al
cálculo). En esto siempre tuvo una premonitoria razón Trucco cada vez que decía
el problema es la erosión y la erosión es un problema del suelo, no de los
cultivos. Hemos reemplazado un problema por otro igualmente gravísimo, el
agotamiento de la fertilidad química, física y tal vez biológica de los suelos.
Y este sí es un problema causado por los cultivos y su (des)manejo, tanto a
nivel predial (balance negativo de nutrientes en todas las campañas) como
global (aprobaciones insólitas de eventos innecesarios, con el mecanismo de
Solá, incluso para todo el país, sin ninguna regionalización).
La producción agropecuaria está
expandida por el territorio; esto eleva significativamente los costos de
auditoría y, por lo tanto, genera una escala de producción pequeña. Más de
50.000 productores adoptaron el trípode siembra directa-glifosato-semilla resistente
al glifosato de un modo relativamente independiente en solo cinco años. No hubo
coordinación centralizada y fueron los primeros del mundo en hacerlo,
presionados por una rentabilidad apretada de costos dolarizados por la
convertibilidad y precios globales de las materias primas que en los noventa
estaban en un promedio de US$250 por tonelada de soja. Cuando, a partir de
2003, el precio de la soja pasó a un promedio de US$450 la tonelada, los
productores agrícolas tenían el velero montado para aprovechar el viento.
INCORRECTO. Los costos de auditoría (¿de qué?, el artículo
no lo precisa) no son ninguna limitante. Fue la pesificación asimétrica lo que
permitió la rápida recuperación del campo (tomando los valores actuales de los
activos y de la facturación, la deuda de entonces equivale a unos US$ 30.000
millones de hoy).
No fuimos los primeros ni los únicos en adoptar estas
tecnologías.
También es un error creer que todo marchó bien desde 2003.
Por ejemplo, un gran déficit ha sido el relacionamiento del sector con el
mercado de capitales en referencia a inversiones a riesgo. Desde esa época han
habido algunos pools de siembra funcionando como fideicomisos financieros con
oferta pública, organizados como FIDs, fondos de inversión directa. FAID 2011 sembró
durante 4 campañas sucesivas. Cerró con un default de US$ 2 M y reintegró sólo un 78 % de
los valores de deuda fiduciaria clase B (VDF B). Fideiagro 2009 tenía previsto
sembrar durante 4 campañas sucesivas. Solicitó a la CNV una prórroga para un
año más. La autorización, condicionada, la recibió tardíamente en noviembre de
2009, pese a lo cual prosiguió una campaña más. Cerró con un default de US$ 2 M (incluso alcanzó a la
Anses, porque 2 AFJP habían invertido allí, en títulos subordinados). Pudo reintegrar
sólo un 37 % de los VDF B.
Hay mucho más para agregar. Quedará para otro momento,
aunque antes conviene decir algunas cosas más, a modo de conclusiones
preliminares y de dudas que quedan planteadas, dudas del pasado y también del
presente.
Los análisis históricos deben ser rigurosos.
Una correlación no implica necesariamente una relación
causa-efecto.
No nombrar entre otros a Ramón Agrasar, a Enrique Roquero,
a Primo Gambetta, a la localidad de Sanford, a la de Coronel Bogado,
a la historia argentina de la soja del siglo XIX (sí XIX) y XX es omitir los
orígenes del cultivo.
Omisiones y errores similares con la historia de la SD
también quitan rigor (esto excede a Ordoñez, conviene recordar que para
Aapresid la historia de la SD empieza en Inglaterra, porque confunde UK United
Kingdom con Universidad de Kentucky, EE.UU.).
Los errores actuales, los que seguimos cometiendo (pésima
política de refugios, de aprobación de eventos, de prevención de aparición de
malezas resistentes), ¿no son en cierta medida consecuencias de nuestros
desconocimientos del pasado y de la adopción de “relatos”?
¿Por qué en nuestro país no había soja a inicios de los ´50
y en EE.UU. se sembraban ya 10 millones de hectáreas?
¿Por qué en nuestro país había sólo 170.000 ha con soja en
1973 vs casi 20 millones en EE.UU.?
Por qué en nuestro país no se riega a la soja (“porque no
conviene” se dice) cuando en EE.UU. se riega más del 8 % de toda la soja
implantada (casi 3 millones de ha).
Los 4 mil caracteres de una nota, ¿son un obstáculo o una
ayuda? Parece más lo segundo. Vale decir, una nota más larga, posiblemente
hubiera contenido más errores y/u omisiones. Además, si la limitante era el
espacio, ¿para qué desperdiciarlo con anécdotas y datos irrelevantes o
secundarios?
La verdadera revolución de la soja, el verdadero gran
agregado de valor, se dará cuando transformemos fronteras adentro la proteína
vegetal en proteína animal, a gran escala. Con eso, podremos generar la
totalidad de las divisas necesarias para afrontar nuestras necesidades
energéticas y de financiamiento.
Somos el único país productor que no lo hace, e
insólitamente, nos enorgullecemos de eso.
Ing. Agr. Luis Villa
@LuisVilla2805
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